El panorama electoral latinoamericano encierra pocas sorpresas. Los votantes no tienen paciencia con los gobiernos de cualquier ideología que incumplan sus expectativas, escribe Jorge Schmidt Nieto
El panorama electoral latinoamericano encierra pocas sorpresas. Los votantes no tienen paciencia con los gobiernos de cualquier ideología que incumplan sus expectativas, escribe Jorge Schmidt Nieto
Hay elecciones en América Latina y el Caribe. En Argentina y Chile el péndulo se desliza de izquierda a derecha y en reverso. Pierde una ideología, pero sobre todo el oficialismo. Triunfa, sin embargo, la democracia, porque en ninguno se duda de la transparencia del proceso, de la libertad de los electores, del respeto a los partidos políticos y de las garantías para los candidatos. En cambio, las elecciones de Nicaragua y Venezuela carecen de transparencia, se persigue a la oposición, el organismo electoral no es imparcial y escasea la independencia judicial. El sandinismo nicaragüense no fue así en la década de 1980, ni lo fue el chavismo venezolano en sus inicios. Ambos han traicionado sus propios principios fundacionales. Por su parte, las elecciones presidenciales de Honduras generan suspicacia por el recuerdo de las nebulosas elecciones anteriores y por la corrupción.
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