Impresiona más, y es más costo efectivo para obtener reconocimiento masivo, hacer bobadas públicamente que hablar de la engorrosa y poco glamurosa política pública, dice Leo Aldridge
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Una candidata a la alcaldía de un pueblo, doctora en medicina de profesión, grabó un vídeo para redes sociales proyectándose como el personaje ficticio de Cinderella. Un senador, con maestría en asuntos públicos, fue ungido en una ceremonia como el rey de Puerto Rico. Una delegada congresional sin acceso al Congreso, estudiante de Derecho, se pegó tenedores al cuerpo. Y una excandidata a comisionada residente, doctora en informática, tocó un violín ficticio para mofarse de otros.
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