Si Cristo sintió el desespero y cuestionó, cuanto más nosotros en nuestra imperfección escribe Juan Antonio Candelaria
Si Cristo sintió el desespero y cuestionó, cuanto más nosotros en nuestra imperfección escribe Juan Antonio Candelaria
Se extinguía, lentamente, la luz en las colinas del Gólgota, mientras iban cubriendo, con igual parsimonia, las tinieblas el lugar. Allí Cristo languidecía, moría lentamente a consecuencia de una punzante corona de espinas, azotes y heridas infringidas. En medio de un dolor insoportable, doble por las heridas en su cuerpo, pero también por la pesada carga sobre sus hombros de pecados de una humanidad en desenfreno.
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