
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Cuando un gobernante -o simplemente un hombre con mucho poder- decide poner sus manos sobre un cadáver está rompiendo no un límite sino fronteras que se tienen por inviolables. La línea roja que separa a los vivos de los muertos no es solo civilizatoria. También es extendidamente humana, profundamente social, poderosamente simbólica y política y, por supuesto, está vinculada, de forma ineludible y duradera, al designio de familiares, herederos y seres queridos, incluso a la comunidad a las que el muerto o los muertos pertenecían.
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