Mona, fea, bruta, excreta (en su versión impublicable aquí), son algunos de los insultos que recibo de algunas personas que al parecer difieren de mí y en vez de argumentos expresan insultos indignantes y degradantes. Comienzo compartiendo mi experiencia que veo en aumento cada vez más y es preocupante por el odio y el permiso a expresarlo que alguna gente cree tiene como supuesta libertad de expresión. Algunas son personas reales y otros son personajes ficticios. En ambas modalidades también les veo en mis redes sociales, son parte de mis “seguidores de odio” usuales y constantes. De hecho, cuando salga esta columna de opinión no me sorprenderían algunos comentarios en esa dirección.
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Decirle mona a una persona negra, no es un chiste, es un insulto racista
El compromiso contra el racismo debe ser primordialmente uno del pueblo mismo, escribe Ana Irma Rivera Lassén