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Sean discursos políticos oficiales; declaraciones públicas en los medios de comunicación; o expresiones informales en redes sociales; comentarios, opiniones personales o chistes casuales; la palabra de un político gobernante -escrita o dicha- es siempre eco o resorte de su poder; de ese poder que dice ejercer a nombre del pueblo y que jura hacerlo solo para el pueblo y nunca para sí o el privilegio exclusivo de los suyos. Y ya quisiéramos que fueran así, que la honradez les fuera una cualidad inherente; que ser de carácter generoso y desinteresado brillara genuinamente entre sus virtudes; y que el poder de la palabra no lo usaran para engañar, para distraer y confundir; o para excusar sus faltas éticas; o para encubrir con un manto retórico sus malas actuaciones e intenciones…
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