El nuevo capítulo de nuestro “fatality show” mediático fue el desfile por mar y tierra de un viejo transformador -con más cobertura televisiva y millas recorridas que la llegada de Maripily, escribe Silverio Pérez
El nuevo capítulo de nuestro “fatality show” mediático fue el desfile por mar y tierra de un viejo transformador -con más cobertura televisiva y millas recorridas que la llegada de Maripily, escribe Silverio Pérez
Las aguas de la euforia maripilista fueron bajando de a poco y comenzaron a emerger los escombros ya mohosos que el oleaje del follón momentáneo había ocultado. Un descanso a la vista nos hacía falta, pero el golpe inmisericorde del reencuentro con la realidad fue rotundo. Redescubrimos que la compañía a la que se le pagó por un año, para que simplemente observara el funcionamiento del sistema eléctrico del país, ahora se enteraba de que la rebelde vegetación tropical y ciertos animalitos mal intencionados producen apagones y sopetazos capaces de electrocutar las aspiraciones de reelección de un gobernante.
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