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Luego de la catastrófica experiencia que sufrimos por el embate de los huracanes Irma y María, todos pensaríamos que habríamos aprendido algunas lecciones al momento de reconstruir o construir nuestros hogares. La triste realidad se hizo patente, tras el paso de Fiona, cuando observamos una inmensa destrucción, mucha de la cual podría haberse evitado o disminuido con la inclusión de materiales adecuados y la aplicación de los métodos y detalles correctos de construcción. Rompe el corazón observar el desamparo y el desasosiego en la cara de nuestros conciudadanos, particularmente de madres solteras, niños y adultos mayores, los cuales han vuelto a perderlo todo a manos de un fenómeno natural que no debiese tomarnos por sorpresa, ni encontrados en esos grados de fragilidad. Como pueblo debemos ser conscientes que Puerto Rico se encuentra en el trópico, en el paso de tormentas y por si eso no fuese suficiente, nos encontramos también en una zona sísmica activa.
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