Monseñor Casaldáliga fue el “último mohicano” de una generación de obispos que no titubearon en denunciar las condiciones de injusticia, totalitarismo y violación de los derechos humanos en América Latina, escribe José Osvaldo Reyes
Monseñor Casaldáliga fue el “último mohicano” de una generación de obispos que no titubearon en denunciar las condiciones de injusticia, totalitarismo y violación de los derechos humanos en América Latina, escribe José Osvaldo Reyes
Ha muerto este pasado 8 de agosto, a sus 92 años, Monseñor Pedro Casaldáliga Plá, obispo católico de la Diócesis de San Félix de Araguaia, en el estado de Mato Grosso en Brasil. De nacionalidad catalana, llegó a Brasil en 1968 y fue nombrado obispo en 1971. Influenciado por la Teología de la Liberación, perteneció a una pléyade de obispos latinoamericanos (denominada la generación de Medellín), caracterizada por su radicalidad evangélica, solidaridad con los pobres y defensa de los derechos humanos. Dada su defensa a los indígenas y los llamados “sin tierra”, fue amenazado de muerte por militares y terratenientes, por lo que llegó a sufrir varios atentados contra su vida. Se afirma que una frase expresada por el Papa Pablo VI le salvó la vida: “Quien toque a Pedro, toca a Pablo”.
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