Nixon al fin y al cabo entendió que ni siquiera el presidente de Estados Unidos estaba por encima de la ley y se fue en el Marine One sin formar aspavientos, escribe Hiram Sánchez Martínez
Nixon al fin y al cabo entendió que ni siquiera el presidente de Estados Unidos estaba por encima de la ley y se fue en el Marine One sin formar aspavientos, escribe Hiram Sánchez Martínez
Un profesor con quien tomaba clases en la UPR nos decía que la existencia de los gobiernos, aun los que parecían muy fuertes, dependía del respeto que tuvieran los líderes y militares por las instituciones del país. Nos daba como ejemplo la renuncia de Richard Nixon a la presidencia de Estados Unidos en 1974. El presidente Nixon, republicano, habiéndose descubierto el hecho de que sus más íntimos asesores habían contratado y ordenado el allanamiento ilegal de las oficinas del Partido Demócrata en el edificio Watergate para escuchar sus conversaciones, tuvo que entregar las grabaciones de su oficina presidencial porque el Tribunal Supremo de Estados Unidos, por votación unánime de sus jueces, así se lo había ordenado. Cuando se escuchó en una de esas grabaciones la voz del presidente Nixon dándole órdenes al FBI para que detuviera su investigación sobre el caso de las escuchas de Watergate, Nixon renunció a la presidencia. No desafió la sentencia del Tribunal Supremo ni convocó a una turba de sus seguidores para que atacara las oficinas de los jueces o las de los congresistas que investigaban el asunto. Entregó las cintas. No amenazó con movilizar a sus fuerzas armadas para proteger la secretividad de sus conversaciones en la oficina oval.
Te invitamos a descargar cualquiera de estos navegadores para ver nuestras noticias: