No más (ahora es polémico). ¡Los drones son voladores! Usted sabe, los “vehículos aéreos no tripulados”, creados para atajar el terrorismo, entre otras cosas. Y los drones en miniatura son una sensación. Ahora bien, en Puerto Rico tenemos otro dron, el del patio que ni vuela, ni huele a perfume de gardenias; el dron de la basura que usamos desde que el arcoíris salía en blanco y negro. Sucede que la palabrita dron, con el sentido boricua (recipiente de basura), no aparece ni por los centros espiritistas. ¿De dónde, entonces, nos llega nuestro dron? Por no tirar la toalla, me fui a buscar la definición de “drone” en inglés y, escondida entre las acepciones encontré lo que me pareció una pista vinculada a música. Corriendo busqué drum (tambor) y resulta que, además de instrumento, drum es un contenedor cilíndrico, y me remitía a oil drum. Pa’ llá me fui y encontré: a metal drum used for transporting oil. Más claro no canta un gallo. Nuestro dron boricua es el que originalmente contenía “lo que traía el barco” que, una vez vacío, se descartaba. ¿Qué hicimos? Cambiamos la m por la n y lo reciclamos para depositar en él la basura que generamos. Al ser anglicismo, me fui al diccionario de Morales, y… allí estaba el dron. Si tan solo hubiese empezado por ahí…
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