Más allá de las repercusiones económicas, las movilizaciones bélicas y las restricciones que todos enfrentamos, la irreparable y mayor pérdida lo fueron las vidas segadas aquel día, escribe Juan R. Rodríguez Hernández
Más allá de las repercusiones económicas, las movilizaciones bélicas y las restricciones que todos enfrentamos, la irreparable y mayor pérdida lo fueron las vidas segadas aquel día, escribe Juan R. Rodríguez Hernández
Diecinueve suicidas y 124 minutos, tiempo desde que despegó el primer vuelo de Boston hasta la caída del vuelo 93 en un campo de Pennsylvania, cambiaron el curso de la historia para siempre. Dos décadas después de aquella soleada mañana que marcó el convulso inicio del segundo milenio de nuestros días, sus consecuencias continúan latentes al presente. Su alcance se extendió no solo al mapa mundial geopolítico, sus diversas ramificaciones se extendieron en el día a día individual.
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