La búsqueda de agua extraterrestre siempre ha sido de gran interés para la ciencia, pues si encontramos agua en otro astro es posible que encontremos vida, plantea Jorge Bauzá-Ortega
La búsqueda de agua extraterrestre siempre ha sido de gran interés para la ciencia, pues si encontramos agua en otro astro es posible que encontremos vida, plantea Jorge Bauzá-Ortega
“Un pequeño paso para el hombre y un gran salto para la humanidad”, dijo aquel 20 de julio del 1969 el astronauta Neil Armstrong al pisar una luna seca, muy seca. Pero parece que la luna, la inspiración romántica de todos los tiempos, la que controla el ritmo de la vida y las mareas en el mar, no es tan seca. Así lo anunció hace varios días el Observatorio Estratosférico de Astronomía Infrarroja de la NASA (SOFIA), pues en uno de sus cráteres, el más vistoso desde tierra, el Clavius, se detectaron moléculas de agua. Pero no agua corriendo cristalina como en los riachuelos de nuestros campos o llamativa como en las playas en su mejor día en Puerto Rico, sino moléculas de agua impregnadas entre los granos del suelo lunar. En concentraciones de 100 a 412 partes por millón, concentraciones muy similares al agua en una botella de 12 onzas atrapada dentro de una lavadora de ropa llena de granos muy pequeños de suelo lunar.
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