

El ser humano es el único animal que, hasta donde sabemos, puede conocer la verdad. Eso, sin embargo, es una moneda que tiene otra cara, una cara muy triste, tanto en lo personal como a nivel social. Somos el único animal que puede engañarse a sí mismo. Y así impactamos a nuestro prójimo. No estoy hablando de engañarnos con supersticiones, magias o sistemas tan rígidos de creencias que le cierran la puerta a toda belleza de la vida. De esos asuntos podemos hablar en otra ocasión, porque ahora me parece urgente hablar del autoengaño social en medio de una época en la que somos llamados a la conversión.
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