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Hace dos años me dirigí a un sector empobrecido del área este de Puerto Rico a realizar una entrevista grupal con la niñez de una escuela. La gestión era parte del proceso de obtener información para la creación de unos libros que sirvieran de herramientas a docentes para atender traumas experimentados por la niñez, particularmente los afectados por la crisis climática. Sin embargo, nada me preparó para manejar lo que escuché de la boca de aquellos niños y niñas. En nuestra conversación fue evidente que, aunque los huracanes y terremotos eran una fuente de preocupación, la razón principal de su agobio era la violencia que experimentaban en sus comunidades y al redores por tiroteos asociados al narcotráfico.
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