OPINIÓN
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El debilitamiento de Estados Unidos

Donde antes se veía una potencia indiscutible y líder mundial, hoy se observa como una nación en lucha, intentando encontrar un equilibrio en un mundo cada vez más multipolar, escribe Manuel Rivera

26 de septiembre de 2024 - 12:00 PM

Las opiniones expresadas en este artículo son únicamente del autor y no reflejan las opiniones y creencias de El Nuevo Día o sus afiliados.

¿Qué pasaría si las elecciones presidenciales estadounidenses las miráramos desde la óptica de la opinión pública europea? Por lo menos, de acuerdo con El País, un periódico de España, el debate presidencial del pasado 10 de septiembre se le otorgó al candidato que menos mintió durante los 90 minutos de debate. El triunfo se lo llevo la vicepresidenta Kamala Harris.

Debemos reflexionar sobre esa visión europea y la capacidad de gobernar de los candidatos presidenciales en este ciclo electoral.

Hoy día, Estados Unidos atraviesa por sus peores momentos en la historia y, por ende, se percibe un deterioro acelerado de su liderato a través del mundo. Diversos factores han socavado su capacidad para proyectar poder y liderazgo en el extranjero, lo cual ha contribuido a su declive a nivel internacional. Estados Unidos se enfrenta a una etapa de complejidades y desafíos.

La historia demuestra que los imperios que se encuentran en estado de deterioro comienzan por deshacerse de sus colonias y reducir su influencia ultramarina.

En este hecho, se argumenta que el triunfo del expresidente Trump aceleraría ese proceso de deterioro. Esto nos lleva a reflexionar sobre varias perspectivas históricas y políticas. El enfoque de Trump desde su inicio de su presidencia fue hacia una retirada de ciertos compromisos internacionales, como la Organización del Tratado de Atlántico Norte (OTAN), entre otros, los cuales se podría interpretar como un intento de concentrar los recursos y la atención en problemas internos de país, potencialmente llevando a una revitalización de la nación desde dentro para mantener su hegemonía.

Durante su mandato, Trump desafió numerosas normas políticas y adoptó una postura más aislacionista, y su política exterior fue menos intervencionista, como la cordial relación que mantuvo con el líder supremo comunista de Corea del Norte, Kim Jong-Un. Sus detractores argumentan que estas acciones han debilitado la posición global de Estados Unidos y han exacerbado las divisiones internas. A diferencia de otros presidentes, la historia revela, además, que los demócratas se han caracterizado como un partido que acarrea una política belicista, lo que ha llevado al partido republicano a poner fin a las guerras iniciadas por los demócratas.

Por su parte, Kamala Harris cuenta con un vasto renglón de deficiencias en su imagen como líder. Por mencionar algunas de ellas, ha sido parte de la política belicista de Joe Biden. Por otro lado, cuando Joe Biden nombró a Harris como la encargada de liderar los esfuerzos de la administración en la gestión de la inmigración ilegal, pocos meses después de su toma de posesión, la frontera sur de Estados Unidos experimentó un aumento significativo en el número de migrantes, especialmente menores no acompañados, lo que generó una crisis humanitaria y política.

Se ha expresado mucho escepticismo sobre la capacidad de la vicepresidenta para abordar eficazmente la crisis migratoria y cuestionan si Harris pudiera producir resultados tangibles como presidenta en otras áreas.

Es evidente que la percepción global sobre Estados Unidos ha cambiado drásticamente. Donde antes se veía una potencia indiscutible y líder mundial, hoy se observa como una nación en lucha, intentando encontrar un equilibrio en un mundo cada vez más multipolar.

La pregunta que se cae de la mata: ¿podrá Estados Unidos recuperar su posición de liderazgo y, de ser así, cómo adaptará su rol para enfrentar los nuevos retos del siglo XXI?

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