El fundamentalismo evangélico es una corrupción y, por lo tanto, una falsa representación del protestantismo evangélico, escribe Samuel Silva Gotay
El fundamentalismo evangélico es una corrupción y, por lo tanto, una falsa representación del protestantismo evangélico, escribe Samuel Silva Gotay
La absurda discusión sobre las “terapias de conversión”, nos vuelve a advertir sobre los peligros del fundamentalismo. Esa posición reproduce las concepciones autoritarias de las tradicionales culturas donde se escribieron los textos considerados sagrados, sin diferenciar entre fe y cultura. Los fundamentalistas no tienen conocimiento como para saber que los textos bíblicos son frutos de la experiencia humana con lo divino y como tales, escritos por hombres inspirados, pero desde su cultura y con el lenguaje disponible en esa época. Por lo tanto, no son textos de piedra como para ser interpretados literal y dogmáticamente, sino mediante el análisis histórico que facilite separar lo que es cultura humana de la intención divina, con el fin de hacer posible la adaptación a la situación histórica y a la cultura de hoy.
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