Si no se regula mejor la actividad, el asesinato y tentativa de asesinato ocurridos el pasado Día de los Santos Inocentes será solo el comienzo de una debacle mayor, escribe Hiram Sánchez Martínez
Si no se regula mejor la actividad, el asesinato y tentativa de asesinato ocurridos el pasado Día de los Santos Inocentes será solo el comienzo de una debacle mayor, escribe Hiram Sánchez Martínez
Cada vez que ocurre una desgracia como la del asesinato de un hombre y el atentado a la vida de otro en medio de la celebración del Festival de las Máscaras de Hatillo, sacamos a pasear el gran acervo de opiniones que todos tenemos sobre si se trata de una festividad que debemos conservar, al menos del modo en que la celebramos hoy día, o no. Porque lo que se inició hace unos cuantos siglos en las islas Canarias y otras localidades de España como inofensivos actos de un compartir cuasi religioso ha degenerado en los años recientes en Puerto Rico en desórdenes públicos y accidentes que le han costado la vida —o importantes cuidados médicos— a más de uno (los que usualmente montan el espectáculo de los yips convertidos en carrozas bamboleándose peligrosamente y hasta intentando hacer “wheeling” rodeados de personas).
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