Me consta cuánto quiso a Puerto Rico, al que consideraba su “paciente” y nunca, ni aun en su lecho de muerte, dejó de ser, en su espíritu, Epidemiólogo del Estado y Secretario de Salud, escribe Alberto Medina Carrero
Me consta cuánto quiso a Puerto Rico, al que consideraba su “paciente” y nunca, ni aun en su lecho de muerte, dejó de ser, en su espíritu, Epidemiólogo del Estado y Secretario de Salud, escribe Alberto Medina Carrero
Lo conocí en 2013, de la mano del buen amigo Eddie Ríos Benítez, quien, luego de insistirle en que escribiera su autobiografía, me recomendó como escritor profesional anónimo. Por su don de gentes, pronto, el Dr. Johnny Rullán pasó a ser “Johnny”, el amigo. En nuestras citas mañaneras sazonadas con el café de su esposa María lo fui conociendo, mientras me narraba su vida, sobre todo, profesional. Esas entrevistas eran frecuentemente interrumpidas por llamadas de conocidos y desconocidos que buscaban ayuda relacionada con algún aspecto de su salud. Nunca dejó de atenderlas, y con mucha frecuencia en ese mismo momento hacía la gestión para ayudar a solucionar el problema en cuestión.
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