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Conocí al juez Roberto Rodríguez Casillas cuando yo era juez del Tribunal de Apelaciones y él era oficial jurídico de la compañera jueza Igrí Rivera Sánchez. Aunque los jueces no conocíamos a todos los oficiales jurídicos, al entonces licenciado Rodríguez Casillas lo vine a conocer tan pronto llegó al Tribunal por su carácter afable, su buen sentido del humor, su trato respetuoso y cordial, sus conversaciones juiciosas e inteligentes y, más aún, porque se ganaba el aprecio de todos en el entorno laboral. Y, como él mismo se ha ocupado en decir, sus logros deben atribuírseles a él y no a su silla de ruedas ni al esfuerzo adicional que las discapacidades físicas siempre le imponen a un ser humano.
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