¿Qué otro móvil sino el amor podía haber llevado a lo trascendente a limitarse en el tiempo y el espacio al asumir un cuerpo humano y participar de sus glorias y miserias, de su trayectoria vital, de su historia?, expone Carmen Dolores Hernández
¿Qué otro móvil sino el amor podía haber llevado a lo trascendente a limitarse en el tiempo y el espacio al asumir un cuerpo humano y participar de sus glorias y miserias, de su trayectoria vital, de su historia?, expone Carmen Dolores Hernández
Los símbolos abundan: van desde lo más ajeno -incluso caricaturesco: renos con narices rojas, trineos que resuenan con alegres campanillas, viejos rubicundos y carcajeantes- hasta lo entrañable, centrado en el pesebre. Símbolos también estos últimos, hablan de la humildad y la pobreza (un cobijo de pajas destinado a los animales); de la ternura (una madre con su hijo recién nacido), de la solidaridad (pastores que se asoman, asombrados e interesados), de la alabanza (ángeles que manifiestan, cantando, la gloria). Se aproximan más al misterio, pero ni lo expresan ni lo abarcan del todo. Es un misterio inabarcable.
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