Tanto el PPD como el Partido Nuevo Progresista son conscientes que sus planteamientos, especialmente sobre estatus, no van dirigidos a solucionar, sino a enganchar el voto crédulo y ficcioso, plantea Eudaldo Báez Galib
Tanto el PPD como el Partido Nuevo Progresista son conscientes que sus planteamientos, especialmente sobre estatus, no van dirigidos a solucionar, sino a enganchar el voto crédulo y ficcioso, plantea Eudaldo Báez Galib
El día que nací en 1938, mis seis tíos paternos se regaron por los barrios de Mayagüez buscando a mi padre. Él organizaba al Partido Popular Democrático (PPD), sacrificando su práctica de joven abogado y a su familia. Desde entonces mi vida, en una u otra forma, ha estado atada al popularismo --además de cargos de relevancia--. Por lo que este introito, que parece absurdo, intenta sentar una base de credibilidad que normalmente se le niega a quienes hemos practicado la política partidista. Mi “mancha de plátano”.
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