

El pasado Jueves Santo, el papa Francisco volvió a visitar la cárcel Regina Coeli, en Roma, con el propósito de conmemorar el lavatorio de pies que Jesús realizó a los apóstoles durante la última cena. Tradicionalmente, desde el siglo IV, esta extraordinaria escena la celebraban abades o monarcas cristianos solo con hombres católicos. En el 2013, sin embargo, el papa Francisco realizó el lavatorio de pies a jóvenes reclusos, a dos mujeres y a un musulmán, en el centro penitenciario Casal del Marmo. Como sello de su pontificado y perspicaz lectura del signo de los tiempos, priorizó el mensaje frente al ritual. Desde 2014, reiteró el gesto con refugiados, personas con discapacidad y privadas de libertad. Dignificó, escuchó y visibilizó, con plena humildad, a desdichados y marginados.
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