Han pasado muchas décadas, sin que se haya devuelto el terreno a parque. Ya es hora. Parques Nacionales, que tiene la titularidad del terreno, tiene la palabra, escribe Rubén Nazario Velasco
Han pasado muchas décadas, sin que se haya devuelto el terreno a parque. Ya es hora. Parques Nacionales, que tiene la titularidad del terreno, tiene la palabra, escribe Rubén Nazario Velasco
Frente al hospital Presbiteriano, en el triángulo que une las avenidas Magdalena y Ashford, hubo una vez una estatua de la Libertad. No sé si era de metal o de piedra. Sí recuerdo que era enana, desproporcionada, tal vez un poco ridícula, pero por eso mismo entrañable. Se erguía sobre un pedestal, o quizá era una jardinera, de un metro de altura, en forma de estrella, enchapada en aquellas piedras ornamentales color ocre o dorado, muy populares en los años 1950, que todavía adornan algunas casas de Ocean Park y Miramar. Años después, en un jardín de París, vi una del mismo tamaño, que había servido de modelo para la colosal de Nueva York, y la del Condado dejó de parecerme tan ridícula.
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