La excelente aportación del exsenador Eudaldo Báez Galib plantea que el sector religioso debe limitarse a “convencer” con doctrina desde el púlpito (Dios) y no desde la tribuna (César). Según el argumento, una democracia debe darles igual peso a las razones religiosas y a las seculares a la hora de justificar el poder coercitivo del Estado. Esencialmente, plantea el principio de la “paridad”. Es decir, al tener razones particularizadas de igual peso, ambos lados (Dios y César) tienen la obligación moral de convencerse mutuamente desde su punto de vista.
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