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Cuando a mi padre, don Silverio, le celebramos sus cien años de vida el domingo 22 de junio de 2014, lo hicimos en el ranchito que queda frente a la casa donde todos los días, lloviera, tronara o venteara, él se metía a carpintear, convirtiendo en verbo el oficio que aprendió de su padre Jacinto, que era maestro de obras. Los videos del evento, donde tocaba güiro, bailaba, hacía comentarios llenos de humor y constantemente le daba besos a su amada esposa, se regaron como pólvora en las redes sociales y me atrevo a especular que ahí nació una leyenda. ¿Qué hizo que ese joven cargado de años, como una vez dijo don Luis A. Ferré, capturara la imaginación de la gente y lo convirtiera, como muchos los han bautizado, en “el abuelito de todos”?
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