No era un jueves cualquiera. Era una mañana relajada donde casi todo volvía al caos rutinario después de haber cumplido con el deber ciudadano con el País, radicar la planilla. Desde temprano las panaderías de barrio se llenaron con gente con corbata o sin ella, comentando el alivio, la “pelaera”, el IVA y la Lisa. El entra y sale, la cháchara coloquial y una prisa incomodante eran la orden del día.
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