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El presidente del Senado José Luis Dalmau no es el primero que, perdido en el desierto, el cuerpo deshidratado, la garganta seca y la visión nublada imagina en el horizonte el oasis que le salvará la vida. Luis Muñoz Marín fue el primero. Lo soñó, lo romantizó y lo persiguió hasta la realidad golpearlo cuando el presidente John F. Kennedy desatendió sus ruegos y lo dejó esperando en la conmemoración del décimo aniversario del ELA el 25 de julio de 1962.
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