Tras decisiones como la de Carson v Makin, ¿Podrá sobrevivir el Tribunal Supremo federal el daño que provoca ante la opinión pública el hecho de que la interpretación de la Constitución sea un acto político?, cuestiona Zoé Laboy Alvarado
Tras decisiones como la de Carson v Makin, ¿Podrá sobrevivir el Tribunal Supremo federal el daño que provoca ante la opinión pública el hecho de que la interpretación de la Constitución sea un acto político?, cuestiona Zoé Laboy Alvarado
Recuerdo hace un tiempo utilizar este foro para denunciar el peligro que significaban los últimos nombramientos del entonces presidente Donald Trump al Tribunal Supremo de Estados Unidos. Recuerdo en particular haber escrito con frustración que una de las mujeres más valientes y luchadoras, la fenecida Ruth Bader Ginsburg, iba a ser sustituida por otra conservadora religiosa, Amy Coney Barrett. De hecho, mencioné que, durante su carrera en la judicatura, antes de llegar al Supremo federal, se conocía de sus críticas a casos como Planned Parenthood v. Casey, que reafirma Roe v. Wade y sobre el Affordable Care Act. Sin embargo, la preocupación mayor con su designación y confirmación fueron sus expresiones ante la preocupación de un tribunal con una amplia mayoría republicana y conservadora. Respondió que no debía ser preocupación porque sus decisiones se basarían en el significado de la Constitución, según fue aprobada, y que los jueces no deben infundir su propio significado.
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