
Opinión
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Hay papas más carismáticos que otros. Y aunque eso no debería ser lo más importante, importa, y mucho. En este mundo, el carisma es la llave que abre corazones distraídos. Por ejemplo, pocos supieron apreciar la profundidad del papa Benedicto XVI, el sabio que ayudaba a pensar al carismático Juan Pablo II. Benedicto no tenía el “ángel” mediático... y eso le costó cariño. Así de superficial puede ser el juicio humano.
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