La situación cubana, que debe ser resuelta por los propios cubanos, expone crudamente la hipocresía de ese voceteo acomodaticio de los extremos ideológicos, dice Silverio Pérez
La situación cubana, que debe ser resuelta por los propios cubanos, expone crudamente la hipocresía de ese voceteo acomodaticio de los extremos ideológicos, dice Silverio Pérez
Hay un voceteo obvio, evidente, irritante. El estruendo se acerca por la carretera que pasa justo al lado de la casa donde cuido a mi centenario padre y a mi nonagenaria madre. Ellos aún no lo perciben. Se aproxima aún más. Ya siento el rechinar en las persianas de la sala y en los trastes del fregadero por la vibración de frecuencias bajas que produce el conjunto de bocinas a todo fuete del carro que se avecina. Papi, a pesar de estar casi sordo, lo siente y se inquieta. Piensa que es un sismo; el trauma del de 1918 está grabado en su psiquis. Mami sale abruptamente de su somnolencia habitual y se incorpora alarmada. Los ojos se le desorbitan.
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