La elección de Edward O’Neill nos revela una triste realidad: a mucha gente - quizá a una mayoría - le importa poco la corrupción, los derechos de la mujer y toda suerte de otros temas sobre los cuales debatimos de forma incesante en los medios de comunicación. Podría ser que la fibra moral del país se ha deshilachado, o que nunca nos importaron los tan cacareados “valores” siempre y cuando se haga “obra”. Podemos buscar causas próximas y culpar a un sistema y a unos partidos que permiten solo a los mediocres y corruptos alcanzar los puestos públicos. Pero al final del día, si queremos ver al responsable, solo tenemos que mirar en el espejo.
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