Fue una sanadora de cuerpos y almas, una arquitecta de esperanza para quienes enfrentaban la incertidumbre del Parkinson y la epilepsia, escribe Humberto Lugo Vicente
Fue una sanadora de cuerpos y almas, una arquitecta de esperanza para quienes enfrentaban la incertidumbre del Parkinson y la epilepsia, escribe Humberto Lugo Vicente
No me atrevo a decir que siempre, pero de vez en vez, las escuelas de medicina engendran profesionales que trascienden el tiempo, figuras que graban su nombre en los muros invisibles de la historia. Son seres que, como árboles inmortales, extienden raíces profundas y hojas que acarician el cielo. Tal es el caso de la doctora Ana Judith Román García, cuyo espíritu ahora danza en el aire, inmortal en los pasillos del saber.
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