Enriquecer la política conlleva la ineludible tarea de discernir entre lo real e irreal, aptitud que debería comenzar a cultivarse desde los años escolares hasta el resto de nuestras vidas, escribe Luis Zambrana González
Enriquecer la política conlleva la ineludible tarea de discernir entre lo real e irreal, aptitud que debería comenzar a cultivarse desde los años escolares hasta el resto de nuestras vidas, escribe Luis Zambrana González
Cierto grado de libertad es condición necesaria para la vida política. Como apuntaba Hannah Arendt, la política es el espacio donde puede generarse un diálogo entre personas libres e iguales, sin ataduras de dominación o violencia como las del amo o el esclavo, el gobernante o el gobernado. Más allá de cualquier ideología, la política es una necesidad intrínseca de la vida humana ante la realidad de nuestra interdependencia como sujetos individuales y sociales. Donde hay política (legítima) no debe haber ni violencia ni dominación. Por tanto, estrategias proselitistas que pretenden provocar o perpetuar emociones como el miedo, la ira o el asco, restan libertad, se avocan al dominio y pauperizan significativamente la política.
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