Se asoma un proceso de reconocer lo obvio: la seguridad personal, de vivienda, alimentaria, la justicia ambiental, la vida digna, no puede lograrse aisladamente y sin tierra, plantea Érika Fontánez Torres
Se asoma un proceso de reconocer lo obvio: la seguridad personal, de vivienda, alimentaria, la justicia ambiental, la vida digna, no puede lograrse aisladamente y sin tierra, plantea Érika Fontánez Torres
En los últimos meses hemos visto escandalosas construcciones en áreas comunes como las playas, sistemas estuarinos como Bahía de Jobos y otros terrenos de importancia ecológica. Asimismo, ha hecho noticia la pretensión de millonarios de excluir a la ciudadanía del acceso y disfrute público de las costas. También han sido tema de atención el acaparamiento de tierras y unidades de vivienda producto de leyes de incentivos a inversionistas y de las dinámicas en el mercado de bienes raíces, el riesgo de desplazamiento comunitario y las amenazas sobre las tierras agrícolas más fértiles. Todo esto acompañado de una impunidad burda tanto de funcionarios públicos como de privados y el descaro gubernamental que permite que un jefe de agencia altamente cuestionado se disimule como asesor con menos rendición de cuentas aún. No quedan fuera las narrativas ideológicas que repiten que solo el libre mercado, la desregulación y su fórmula particular de crecimiento económico salvará las vidas de aquellos a quienes reiteradamente les ha fallado.
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