El profesor Pedro Santiago no reprime su coraje ante las situaciones que vive el País, contrario a recomendaciones de sus padres
El profesor Pedro Santiago no reprime su coraje ante las situaciones que vive el País, contrario a recomendaciones de sus padres
Mis padres siempre me dijeron que nunca escriba cuando tenga coraje, o que escribiera para luego borrarlo. Que la rabia no era buena consejera, y que uno termina diciendo cosas que no quiere decir, lastimando, ofendiendo y que las palabras dichas nunca podían regresar a mí. El consejo me ha sido muy útil, pero ya el mundo no es el mismo en el que se criaron mis padres, ni siquiera es el mismo en el que me crie yo. Además, hay rabias y hay rabias. La mía es cultivada y no producto de emociones momentáneas. La alimento porque nace de mi capacidad de ver injusticias e indignarme, porque sin ella lo único que me queda es resignación y sumisión. Camino con rabia, converso con rabia, me rio y hago chistes con rabia, amo con rabia. De algún modo esta rabia me hace más humano y me permite conectarme con otros sentimientos más altruistas como la esperanza, la solidaridad y el optimismo. Es como si fuera un receptor de emociones, que vienen a mi como trapecistas que desafían la gravedad y yo decido a cuál agarro y a cuál dejo caer.
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