

Me cuentan que el escenario en las gradas del Senado el pasado martes era dantesco. En un lado, con humildad y respeto, estaban niños y padres de comunidades con escuelas alianza en Cataño, Loíza, Yabucoa y hasta las Parcelas Falú en Río Piedras, y los residenciales Monte Hatillo y Ramos Antonini. En contraste, del otro lado, un grupo pequeño, pero ruidoso, constituido por miembros de la Federación de Maestros, vociferaba insultos, calumnias y malas palabras, ante la mirada atónita de los niños. El presidente del cuerpo legislativo, José Luis Dalmau, pedía, sin éxito, orden y decoro, mientras se debatía el futuro de las escuelas públicas alianza en Puerto Rico.
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