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La historia se repite, pero nunca de la misma manera. La invasión rusa a Ucrania es un acto de agresión insólito no visto en Europa en más de ocho décadas. Ha desatado una crisis humanitaria que ha desplazado ya a seiscientas mil personas y podría aumentar a cuatro millones de refugiados. Ha suscitado la imposición de sanciones económicas más abarcadoras y comprensivas de lo antes visto. La Unión Europea, que sufría hasta ayer una profunda crisis de identidad, hoy está más unida que nunca y promete al fin ser fiel a los principios en los que fue fundada. La solidaridad internacional es unívoca tanto al reconocer el sufrimiento y el valor del pueblo ucraniano, como al percibir el peligro inaudito que representa echar a un lado el consenso jurídico internacional de los últimos setenta años.
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