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Filosofo descalzo: el maestro era él
Entre la mugre de sus uñas y sus brazos hinchados por las dosis de heroína…había una bondad intrínseca, un corazón puro, una inocencia infantil.
Entre la mugre de sus uñas y sus brazos hinchados por las dosis de heroína…había una bondad intrínseca, un corazón puro, una inocencia infantil.
No sé si escribirle una carta o un poema, a aquel filósofo descalzo que llegaba a mi balcón con sus ropas mugrientas y un bulto maltrecho en la espalda, cansado de andar por las calles, sin rumbo, para olvidar sus desdichas.
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