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Viendo la toma de posesión del nuevo gobernador recordé aquella fastuosa efeméride que le montaron a Pedro Rosselló en los predios del Morro, cuando Alberto Goachet dictaba como ministro plenipotenciario de propaganda y Luis Fortuño, tan lejano en el tiempo, fungía de albacea en la Compañía de Turismo, o algo así. En comparación con aquel julepe, y con otros que le sucedieron, la juramentación de Pierluisi parece un bautismo de muñecas. Pero, todo sea dicho, la peña local aprovecha estas ocasiones para desempolvar las corbatas y salir al ruedo, cosa de mostrar – urbi et orbi – el prestigio ganado en las urnas. Vaya un honor, mandar en una colonia.
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