El que los puertorriqueños nos fragmentemos cada vez más, ante la importación de ciertos credos y retóricas, va a terminar por destruir lo poco que nos une, opina Alex Miranda-Poggys
El que los puertorriqueños nos fragmentemos cada vez más, ante la importación de ciertos credos y retóricas, va a terminar por destruir lo poco que nos une, opina Alex Miranda-Poggys
En el encierro parcial que implica vivir en Milán en estos días, leí un libro publicado en 2018 por Francis Fukuyama titulado “Identity: The Demand for Dignity and the Politics of Resentment”. En él aborda el tema de los discursos de identidad que tanto auge han cobrado durante los últimos años, particularmente bajo la reciente presidencia de Donald Trump. Para alguien como yo, que siempre se ha identificado con el lado materialista de la filosofía, el concepto idealista del “thumos”, que no es más que el deseo natural del ser humano por ser reconocido, me resultó bastante interesante. A lo largo de la historia, los idealistas se han apuntado un par de victorias cuando líderes harto carismáticos han sabido apelar a ese “algo abstracto” que lleva la gente adentro para movilizar poblaciones enteras tras un proyecto nacional. En Estados Unidos, una tradición institucional y una maquinaria efectiva de símbolos, ideas y sueños ha logrado de igual forma movilizar a los estadounidenses a construir un país, sobre todo durante los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial.
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