

Un día les pregunté a mi esposa y a mi hija, por separado, si se sentían excluidas cuando en alguna actividad en la que estuvieran presentes, el orador comenzaba su discurso con el simple saludo de “Buenas noches a todos”, así, sin el añadido de “todas” y “todes”. Me contestaron que no se sentían ni excluidas ni ninguneadas. Así que, buscando un tema con el que iniciar un blog al que me invitaron escribir en una de las publicaciones del Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico, decidí plantear desde la gramática de la lengua española un tema que ha sido controversial en los países hispanohablantes, incluso en Puerto Rico: el llamado lenguaje inclusivo. ¿Por qué? Porque como abogados tenemos vela en ese entierro, porque somos profesionales autorizados por ley para cobrar por hablar y escribir por otros, y, además, en mi caso, porque las palabras y la gramática son la materia de las que me valgo diariamente para escribir mis libros, mi blog y mis columnas.
Te invitamos a descargar cualquiera de estos navegadores para ver nuestras noticias: