Amante de la vida a plenitud, vivía con intensidad y amaba sin límites, fiel con sus amistades y celosa con su familia. Hoy, no me despido de Piti ni de nuestro afecto. Solo doy gracias, escribe Marilyn Rivera Olivieri
Amante de la vida a plenitud, vivía con intensidad y amaba sin límites, fiel con sus amistades y celosa con su familia. Hoy, no me despido de Piti ni de nuestro afecto. Solo doy gracias, escribe Marilyn Rivera Olivieri
Hoy lloro la partida física de una mujer excepcional que conocí por los últimos 30 años de mi vida, cuando su esposo aspiró por primera vez a la Cámara de Representantes. Me cautivaron su sencillez, su risa franca que le llegaba fácil y su amor y dedicación por su familia. También, su inteligencia, su don de gente y agudo olfato político. Cuando su esposo fue Comisionado Residente en Washington, organizamos una competencia de estudiantes de arte de las escuelas públicas del país para exhibir una obra en el Congreso. También organizamos una exhibición en el Museo de las Américas para que esos estudiantes, provenientes de toda la isla, exhibieran sus trabajos. Piti compartió con los estudiantes y sus familias, alentándolos, interesándose en sus trabajos, inspirándolos a proseguir sus sueños. Hasta el día de hoy, en su casa exhibía un óleo pequeño de unos guineítos niños que le obsequió uno de esos estudiantes.
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