Miriam Montes Mock comparte su experiencia con personas sin hogar
Miriam Montes Mock comparte su experiencia con personas sin hogar
Fueron niños. Ya no lo son, en el sentido físico. Algunos tienen nombre. Guillo, por ejemplo, a quien le he cambiado el propio por razones de privacidad. Pero apuesto a que aquellos que acostumbran a ir al parque lo conocen. Guillo carga una mochila al hombro de la que saca galletas, chocolates, frutas y refrescos. Reparte a los guardias que velan de noche y a los caminantes que, de tanto verlo, se hacen amigos de Guillo. “¡Nenaaaa, venga ‘caaaa!”, me grita con su voz gomosa mientras me hace señas para que me acerque. “¡Te traje una cosita!”, me dice con ilusión, y saca un mangó enorme y bonito que ha comprado en Pueblo.
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