La terminación de una responsabilidad profesional no es cosa liviana para ninguna persona. Como quiera, se siente como un balde de agua fría por la cabeza, escribe Miriam Montes Mock
La terminación de una responsabilidad profesional no es cosa liviana para ninguna persona. Como quiera, se siente como un balde de agua fría por la cabeza, escribe Miriam Montes Mock
“No es personal”, se escucha en ciertos entornos corporativos cada vez que nos dan una “mala noticia”. Como si fuera posible dejar de ser persona para asimilar un desamparo. Ya sea que perdamos un trabajo, se nos niegue la participación en algún proyecto, o se menosprecie la contribución que hayamos hecho, en el momento en que se nos echa a un lado, seguimos siendo de carne y hueso. El manejo “legalmente correcto” y el uso de frases ambiguas que protegen la empresa a la hora de informarnos que se nos despide, no nos convierte en un papel con letras impresas. Un papel en el que se tacha, se suma o se elimina, con la frialdad con la que se manejan las transacciones matemáticas o la articulación de conceptos. Una cosa inerte.
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