Deberíamos ser capaces de afirmar que entre nosotros hay demasiadas instituciones postsecundarias, públicas y privadas y que ahora es preciso separar el grano de la paja, plantea Rafael Aragunde
Deberíamos ser capaces de afirmar que entre nosotros hay demasiadas instituciones postsecundarias, públicas y privadas y que ahora es preciso separar el grano de la paja, plantea Rafael Aragunde
Para justificar la sobreabundancia que caracterizó a nuestras instituciones postsecundarias a partir del último cuarto del siglo veinte se hará referencia a que en Puerto Rico el número de estudiantes rondó los 250,000 durante aquellos años. Desde luego, la estadística era impresionante. Esto suponía que casi un noventa por ciento de los egresados de escuelas superiores públicas y privadas continuaba estudios. En nuestras islas se podía estudiar lo que se quisiera y había recursos suficientes para ello, tanto a través de asignaciones legislativas boricuas como mediante ayudas provenientes de la esfera federal. ¿Quién se atrevía a sugerir que algo no andaba tan bien en nuestro mundo educativo?
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