Su verticalidad y transparencia la hacen atractiva a decenas de miles de jóvenes y de otras personas cansadas de la demagogia y la falta de transparencia de los políticos de carrera, escribe Emilio Pantojas
Su verticalidad y transparencia la hacen atractiva a decenas de miles de jóvenes y de otras personas cansadas de la demagogia y la falta de transparencia de los políticos de carrera, escribe Emilio Pantojas
El 20 de marzo de 2015 publiqué en este rotativo un artículo titulado “El fenómeno Lúgaro” (El Nuevo Día, p. 66). Argumentaba entonces que el anuncio de la joven Alexandra Lúgaro, sin experiencia ni trayectoria política, solo podía compararse a un fenómeno. Esto es “una manifestación que se hace presente a la consciencia de un sujeto y aparece como objeto de su percepción” (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española). Esta caracterización se me ocurrió luego de escuchar a un hombre mayor que esperaba largamente su turno en una clínica externa de Centro Médico expresar su frustración con el gobierno afirmando con gran indignación y convicción que “vendría un líder guerrero que acabaría con el abuso”. El anuncio de Lúgaro como candidata independiente a la gobernación entonces coincidía con los reclamos del hombre tornado en profeta, salvo por el género del líder.
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