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Poco antes de su duelo final con el diabólico profesor Moriarty en las alturas de las cataratas de Reichenbach (en el corazón de los Alpes suizos), Sherlock Holmes le advirtió a su inseparable doctor Watson que Moriarty era el “Napoleón del crimen” y que como una tarántula había urdido una pecaminosa telaraña a través de la cual confundir y atracar. (Véase Conan Doyle, “El Problema Final” (1893)).
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