
Opinión
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Como a muchos puertorriqueños, el apagón me sorprendió en medio de actividades propias del receso laboral, ese tiempo tan necesario para descansar y adelantar gestiones personales. En mi caso, acababa de llegar a una cita en el salón de belleza. Tan pronto se fue la luz, tras escuchar el ya típico “¡No puede ser; otra vez!”, observé rostros de preocupación y angustia entre quienes allí trabajan. Para ellos, cada apagón representa ingresos perdidos.
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