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El pasado 19 de junio mi adorada madre falleció. El día anterior, Día de los Padres, lo disfrutamos juntos. Estuvimos vacilando, dialogando, hablando de la vida y riéndonos de las cosas buenas y malas que vivimos juntos. Compartió con su nieta y se disfrutó su último día físico junto a las personas que más quería y que más la querían. No me cabe la menor duda que fue un día espectacular. Tuvo una vida típica de la clase trabajadora. Hubo sacrificios, carencias, tribulaciones y precariedades, pero también tuvimos el disfrute de lo cotidiano. Los sectores pobres aprendemos a encontrar felicidad en la cotidianidad. Luego de todo eso, su cuerpo, con la protesta de todos los demás, decidió descansar.
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